Fragmentos de la obra del consocio José Antonio Gómez Iturralde
Junto al Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil y la Sociedad Filantrópica del Guayas, el Club de la Unión es la tercera institución en antigüedad que se mantiene al servicio de la sociedad guayaquileña. Al igual que las otras mencionadas, es parte de la vida misma de la urbe.
Históricamente es un centro de discusión para el desarrollo de Guayaquil y la forja de generaciones que continúan dejando profunda huella en la vida ciudadana. Factor también de su crecimiento físico, su planificación y ornato, de las transformaciones políticas y financieras, de los aportes a la educación y la cultura, del desarrollo agrícola, la industria y la banca moderna.
A principios de 1885 se mudó al primer alto de la casa de tres plantas de propiedad de la familia Acevedo, situada en el N° 4 de la esquina norte de la avenida Nueve de Octubre y Malecón, la cual quedó reducida a cenizas en el incendio de 1896.
En este lugar se hallaba la sede del Club cuando se produjo la transformación política de 1895 y se desató el incendio del 5 de octubre de 1896, con la consecuente pérdida de toda la documentación correspondiente a sus primeros 27 años de vida.
A poco de incendiado el año 1898 como quinto domicilio, alquilaron un piso que se había desocupado en una casa ubicada en la acera norte de la calle Sucre entre Pedro Carbo y Chile.
En la sesión del 23 de septiembre de 1899 se resolvió trasladar al Club al nuevo local, intersección Malecón e Illingworth el día tres de octubre. Tres años habían transcurrido del incendio, durante los cuales el Club había ocupado limitados espacios. Finalmente, luego de ese lapso se trasladó al domicilio en el que permanecería por aproximadamente 43 años.
Cuarenta años abarca el proceso histórico de nuestro querido Club que tratamos ahora. Años de democratización y transformaciones físicas que corresponden a una nueva visión de la ciudad, del espacio urbano y de la organización de sus élites. De tan importante como significativo decurso, algo más de la mitad corresponde a la gestión y liderazgo de Nicolás Febres-Cordero Ribadeneyra y a los directores que lo acompañaron en diferentes oportunidades.